Prototipos y experimentos para conectar con el usuario

Por: Ana María Valencia, Consultora de Innovación

Experimentar siempre ha estado inmerso en nuestras acciones desde que éramos pequeños, ¿recuerdan cuando construíamos pequeñas figuras de origami para generar dinámicas de juego entre amigos?, o cuando con fichas de bloques creábamos ciudades enteras para competir con nuestros hermanos por ¿cuál era la mejor?

Estas dinámicas nos enseñaban a volvernos mejores planeadores de ciudades, a mejorar nuestra destreza en ingeniería del papel, nos permitía seguir teniendo ideas y soñar en grande sin importar cuantas veces lo intentáramos para obtener un mejor resultado, porque cuando éramos pequeños cometer errores no era tan doloroso.

Participar de procesos de innovación y emprendimiento no debería estar tan distante de esta mentalidad, pues experimentar no solo nos puede acercar a tener un producto completamente desarrollado de una forma más rápida, sino que puede generar un mejor y mayor conocimiento de los clientes, ciclos de mejoramiento continuo e incluso, generar nuevas ideas para una potencial diversificación de productos y/o servicios. Pero… ¿cómo se hace esto? ¿Qué se debe tener en cuenta para empezar a hacer estos experimentos?

Para iniciar, es necesario hablar sobre un concepto clave: la hipótesis.

Steve Johnson en su artículo Using Hypothesis Driven Design to Improve your Digital Products and Services, nos dice que una hipótesis es “…básicamente una suposición. Algo que alguien cree que es cierto. Una hipótesis ayuda a probar o refutar esta suposición. Se prueban o refutan mediante investigaciones y experimentos”.

En este mismo artículo, Johnson nos muestra una forma sencilla de formular una hipótesis:

  1. Podemos empezar con un “Yo creo que…”, donde se plantea un supuesto sobre el comportamiento del cliente. 
  2. Posteriormente, se plantea la acción que queremos que nuestro cliente haga con un “Entonces, si nosotros…”. 
  3. Por último planteamos el resultado esperado con un “Entonces veremos que…”. 

A partir de este punto, es importante plantear experimentos rápidos que nos permitan probar esta hipótesis. Estos experimentos o prototipos que pueden ser variados e incluir desde entrevistas cara a cara, hasta el uso del “Stagecraft”, un enfoque que permite obtener reacciones de primera mano de clientes, haciendo uso de trucos que le hacen creer a estas personas que la experiencia que están teniendo con un servicio o producto es real. Así nos lo muestra Andy Boynton en su artículo When a Prototype Isn’t Enough, Use Theatrical Tricks to Sell Your Idea”.

El prototipo o experimento conlleva un proceso de iteración directamente con el usuario, generando evidencia y retroalimentación precisa, llevándonos a probar o refutar la hipótesis. Por esta razón, no basta simplemente con tener buenas ideas que se traduzcan en productos o servicios, es necesario generar algo más que una conversación, porque como nos afirma Michael Schrage en su artículo A Testable Idea Is Better than a Good Idea “…las hipótesis comprobables fomentan y facilitan la experimentación activa y el aprendizaje de forma que las buenas ideas simplemente no pueden”. 

Frecuentemente escuchamos en conferencias de innovación y emprendimiento “…¡Falla rápido y barato!”. Ahora sabemos que la experimentación nos permite esto de muchas maneras, obteniendo información de gran valor por parte de nuestro clientes, permitiéndonos tomar decisiones razonables para la creación futura de valor. 

Así que, si queremos que nuestras compañías sigan creciendo, debemos seguir pensando como niños para alcanzar el éxito más rápido, haciendo uso de habilidades colaborativas que nos den paso a la experimentación, porque nunca sabremos si una idea es buena antes de probarla con nuestros clientes.

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